domingo, 7 de junio de 2015

Badajoz, plaza de armas

El 1 de diciembre de 1640 tenía lugar en Lisboa el comienzo de lo que, posteriormente, ha pasado a la historia con el nombre de Guerra de la Restauraçao, también conocida como Secesión o Independencia.
Un conflicto bélico con el que Portugal logro desligarse de la corona de los Austrias, a la cual llevaba unido desde el año 1580, cuando el todopoderoso Felipe II unificó los dos reinos peninsulares bajo su mando.
Durante veintiocho largos años (1640-1668) la frontera entre ambos litigantes se convirtió en un amplio campo de batalla, si bien el grueso de los acontecimientos tuvo como escenario principal la zona correspondiente con la actual Extremadura.
Haciéndonos ahora eco de las primeras consecuencias de la rebelión lisboeta, decir que las noticias llegaron enseguida a la corte madrileña.
Allí, el monarca español, Felipe IV, aconsejado por los miembros de la Junta de Guerra, fue aprobando medidas que trataban de asegurar la defensa frente a posibles ataques enemigos. Por ejemplo la fortificación de las ciudades y villas más próximas a la frontera.
Badajoz se convirtió en el núcleo del sistema defensivo. Fue el cuartel general del ejército y, por lo tanto, sede de quien resultó designado su máximo responsable, don Iñigo Manrique de Lara, conde de Frigiliana.
Apenas tardó en informar al rey.
Día tras día, escribía cartas detallando las prevenciones que se iban organizando en la capital pacense y resto de puestos fronterizos. Igualmente, daba cuenta de los Avisos que se tenían sobre el contrario portugués.
Una de aquellas misivas, la del 25 enero de 1641, relataba las obras de mejora realizadas en Badajoz
 
<<...la çircumbalaçion desta çiudad es muy grande; las murallas estan muy mal paradas, banse reparando lo mejor que se pvede. Anse terraplenado todas las Puertas reseruando çinco, las dos en el castillo, vna que sale a la Plaça y otra al rio, y tres en la çerca para el seruiçio delos veçinos. A las cuatro hultimas se anhecho puertas...>>
 
Otra de las medidas aprobadas y que se pusieron en práctica: el control de la Raya.
Importaba mucho cerrar la frontera, tratando de evitar el trasiego de personas de un lado a otro. Como cabía esperar, se vigiló de forma especial a aquellos individuos de nación portuguesa, normalmente personas relacionadas con actividades de comercio. Leamos lo que Frigiliana decía, durante la festividad de Reyes, acerca de este asunto
 
<<...teniendo auiso que por algunas beredas cerca de la villa del Montixo se entraua en Portugal, ydel en Castilla, ynvie una tropa de cauallos que por aquellos sitios batiessen las estradas. Toparon ocho machos cargados de pescado quelos traian tres portugveses del reyno de Portugal aeste de Castilla. Quedan emvargados...>>
 
Conocer cómo se preparaba el rival era otro factor indispensable para planificar la defensa propia. y entre aquella voluminosa documentación epistolar, no faltaron las crónicas y datos que determinadas personas, los espías, ofrecían a las autoridades militares.
Baste, como ejemplo, la extensa Relacion de lo que me enteré en Portugal desde 25 de diciembre hasta nueve de enero de 1641.
Rescatamos uno de sus párrafos
 
<<...La Villa de Olivª [se refiere a Olivenza] dista solo vna legua desta y es de la maiores e mas prinçipales uillas de Portugal. Se inquieto e pusso en arma. Y los hombres gritauam -Viva el Rey Joao- con grande alboroto y locura...>>
 
Pero no todos los lusos eran partidarios de la rebelión. Intereses personales que obligaban a actuar de manera diferente.
Al respecto, terminamos este capítulo con las palabras de nuestro Frigiliana. Quizás, en un futuro no lejano, aquellos fieles súbditos pudieran ofrecer servicio valioso a la corona castellana. Era necesario cuidar su amistad
 
<<...ay muchos afectos al serviçio de V.M. Ase mandado que alos que lo fueren se amparen y faborezcan, ye dispuesto seles haga todo bven pasage y no ofendan...>>
 
Con todo, palabras y palabras. Quedaban por delante veintiocho largos años para comprobar la validez y eficacia de tales argumentos y prevenciones.

En la imagen: plano de la ciudad de Badajoz, año 1645. Ofrece el aspecto de la urbe y su sistema de fortificación y defensa. Se conserva en el Archivo militar de Estocolmo. Fue publicado en 2003, con el título << Badajoz en el Krigsarkivet. El hallazgo de la visión más lejana >> por Carlos Sánchez Rubio y Rocío Sánchez Rubio.



 

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